Es conveniente estar en contacto con las plantas y la naturaleza desde que somos pequeños.
Los niños y niñas que durante su infancia se han criado en hogares rodeados de plantas y espacios verdes tienden a presentar cambios estructurales beneficiosos en el cerebro.
El contacto con la naturaleza afecta de manera muy positiva al desarrollo infantil con resultados tales como una mejor memoria de trabajo y una menor falta de atención.
Las plantas y los espacios verdes proporcionan a los niños oportunidades de restauración psicológica y estimulan ejercicios como el descubrimiento, la creatividad y la asunción de riesgos, influyendo así de manera positiva en diferentes aspectos del desarrollo del cerebro.
Además, un entorno con plantas y áreas verdes presentan con frecuencia niveles más bajos de contaminación del aire y de ruido y en consecuencia pueden enriquecer los aportes microbianos del medio ambiente, lo que podría traducirse en beneficios indirectos para el desarrollo del cerebro.